En el congreso se ha generado la iniciativa para cambiar la denominación de Presidente Regional a Gobernador Regional. Se argumenta que los presidentes regionales en la actualidad generan un abuso de su poder mediante ordenanzas que desconocen el carácter central del gobierno.
No es la primera vez que en el congreso se juegan a decisiones tan críticas a futuro con ligereza de argumentos. El centro de la discusión radica en los personalismos de ciertos presidentes regionales, personalismos que son presentes en la mayor parte de personas que quieren hacer carrera política, incluyendo a los congresistas. El gastar tiempo y dinero en una modificación constitucional para cambiar un nombre no es acorde con las necesidades de desarrollo del país. Si es que hay un problema de poder con ciertos presidentes regionales es un tema de habilidades políticas. Ninguna constitución no puede ser lavadero de las prendas ensuciadas por otros que tienen incapacidad de continencia.
Sería ciego negar que existen algunos presidentes regionales que actúan sobre su región como si esta fuese un pequeño feudo. No obstante, la figura de un presidente de gobierno regional, alguien que preside personas y, en consecuencia, sistemas de procesos de decisiones más próximos al territorio es el producto de un proceso de aprendizaje de años. Parte importante del crecimiento del país tiene que ver con el traslado de poder hacia las regiones, incluyendo la disminución de los bolsones de corrupción y por tanto los costos de transacción.
La supervigilancia de los ciudadanos en las regiones hacia su Presidente, es un proceso continuo de aprendizaje y con consecuencias directas. La carga de ser presidente regional obliga a incrementar las capacidades de ejecución de políticas públicas, que en suma se materializan el desempeño del Estado.
No es coincidencia que el crecimiento de muchas regiones se asocie con el cambio de sistema de gobierno regional desde principios de la década pasada y que, de acuerdo a las últimas cifras, el aumento de las plazas laborales y la consecuente activación de los mercados de consumo regionales se hayan dado en un esquema de presidentes regionales.
En Chile, la figura de intendente, que es similar a la visión de largo plazo para gobernador, es rotundamente rechazada por la ciudadanía porque esta figura es una extensión del Ejecutivo y no puede ser evaluado por la población. La denominación de gobernador irá hacia una denominación de intendente, que en términos concretos es tener virreyes regionales. Chile ha perdido 10 años de desarrollo por esta figura poco acorde para estos tiempos de desafíos globales y de decisiones locales.
Los congresistas que han presentado esta iniciativa, primero deben revisar bien qué es lo que quieren para encontrar la solución adecuada, controlar los inevitables egos de los presidentes regionales pero sin poner en jaque el desarrollo de millones de peruanos que, no sólo sienten que tienen un gobierno más cercano, sino que sienten que pueden construir una vida digna y sembrar en su región el futuro para sus hijos.