¿del Value Share al Shared Value? El penoso último artículo de Porter

Michael Porter, insigne profesor de Harvard, cautivador de generaciones enteras de empresarios de todo el mundo, la persona que le dio sentido a la palabra estrategia, ha desarrollado en enero de este año un artículo en el Harvard Business Review sobre el Valor Compartido (Shared Value) como una forma diferente de capitalismo para «re-legitimar» el rol de la empresa en la humanidad.

El creador de la escuela del posicionamiento, el creador de la idea que la estrategia era una prolongación de la economía, el hombre que alimentó el impulso vampiresco de la creación de valor a los accionistas por medio de la (hiper) competitividad, la diferenciación en un mercado escaso, el bloqueo de nuevos competidores, entre otras cosas propias de la competencia de las empresas, ahora habla de «errores» cometidos por las empresas en décadas pasadas, sin un atisbo de mea culpa, solo dando primicias teóricas, cambios de enfoque.

Es evidente que ya no es sostenible un mundo basado exclusivamente en la racionalidad económica. El valor de un bien producido no puede ser el límite entre la cantidad de personas que no accederá y la cantidad de personas que accederá a dicho bien. Haber creado «valor» bajo estos principios de escasez, de limitación de recursos y de mercado una escuela de competitividad ha contribuido enormemente a las situación actual: de concentración de riqueza, mayor limitación de recursos y por tanto mayor agresividad en la competencia, de menores alternativas para los segundos y terceros.

La genialidad de Porter fue anticiparse a tantos años con una propuesta y una visión tangible como la escuela del posicionamiento. Este artículo, penoso nuevamente no es ni la sombra de sus artículos de hace 30 o 40 años, es un intento sin dirección, sin sentido racional o emocional de mantener una vigencia, sin reconocer los errores, las limitaciones de su escuela estratégica, concentrando tanto prestigio, que se ahoga en sí mismo cuando trata de ver que se asociará a una época penosa de la humanidad.

Cacerolazos en Las Condes

La vida da vueltas, se ve lo mismo pero se entiende de otra forma…Cacerolazos en el Barrio Alto, Increíble.

Chile tiene desde hace tiempo una decisión que tomar para saltar al desarrollo. Su estructura antigua, centralizada y tradicional de poder está llegando a la frontera de la eficiencia. Chile es un país que no puede crecer más porque su clase dirigente ya se enreda dentro de sus conflictos de intereses, como una desagradable herencia genética de una endogamia del poder, siguiendo todos el mismo camino, con músicas diferentes.

El que los estudiantes hayan puesto en jaque el día de hoy a un gobierno de tradición republicana no es poca coincidencia y tiene un espíritu claro: el modelo de tener gente ignorante, vulnerable a las asimetrías de información que tanto enriquecen a los bancos, las farmacias, los seguros y otros está colapsando, como en el resto del mundo. Para estos chicos que acceden con facilidad a la información el «orden interno» huele a ordinariedad, las palabras de los políticos no se creen porque la contrastan con toneladas de información en la palma de la mano, son conscientes del costo de oportunidad de estar en aulas perdiendo el tiempo, son organizados para exigir sus derechos en las calles, son mucho más de lo que eran sus padres a los 25 o 30 años.

Estudiantes inteligentes, consumidores más «vivos» o «avispados», trabajadores más conscientes de sus derechos no se condicen con Empresarios en Cargos Públicos, Parlamentarios que no acuden al Parlamento, Una concertación envejecida y aturdida o un gobierno que aún no termina de evolucionar y sigue siendo una alianza electoral.

Todo ello genera un costo para el país, un quiebre entre lo que se dice y lo que se hace, un descenso de la gobernabilidad, un peligro para las instituciones en Chile, las mismas que se construyeron con sacrificio, dolor vidas y malos recuerdos.

Un profesor me contó que en el 73 les tiraban maíz a los militares, en esos días de cacerolazos….ahora, entre cacerolazos quizás no sería sorpresa que les tiren maíz los políticos, para que se atrevan a dar el gran paso.